jueves, 19 de diciembre de 2013

Mi viaje a Swansea (parte I)


Texto publicado por el autor de "Los Cisnes" en su blog en enero de 2012:



Mi cariño hacia el Swansea ha ido creciendo desde que empecé a seguir al equipo en 2007 en la League One (tercera categoría del fútbol inglés). Tanto que, por extensión, le fui cogiendo ese cariño a la ciudad sin saber nada de ella. Este viaje tenía un doble objetivo: asistir al Swansea-Arsenal y conocer tanto esta localidad galesa como el club como parte del proceso de escritura de "Los Cisnes". La aventura fue fugaz pero llena de vivencias que trataré de resumir en dos post. Aquí va la primera parte.

---13 Y 14 DE ENERO


M
i primera experiencia fue acercarme a las sensaciones que debieron tener cualquiera de los futbolistas españoles en su viaje tras fichar por el club: en avión hasta Bristol y en vehículo hasta Swansea. Seguramente yo sea el único al que no le acompañó la lluvia ni en ese recorrido por carretera ni en mi estancia en una de las zonas más lluviosas del Reino Unido. Incluso disfruté del sol, un bien escaso y preciado por esas tierras que tanto me recordaron a mi Asturias natal. Aparte de mi sorpresa por el clima, pude tener el privilegio de desplazarme con la persona que poco después iba a encargarse de recoger a la última incorporación del equipo en el mercado invernal: McEachran. Una anécdota, la de ir sentado en el mismo vehículo donde estaría horas después la joven promesa, que ya me dibujó una sonrisa en mi cara. No hubo lluvia, pero sí desde el primer momento frío y humedad. En mi recorrido nocturno de llegada apenas percibía los letreros de la autopista -en inglés y galés- debido a los cristales empañados, aunque me dejaron divisar el puente que separa Inglaterra de Gales.

La ausencia de persianas contribuyó a que mi curiosidad amaneciera al día siguiente casi más que el sol para descubrir Swansea de día. Mi predisposición ya era grande, pero ver desde la ventana la bahía, las verdes montañas y un cielo azul casi despejado disparó mis niveles de encandilamiento hacia la ciudad. Por si fuera poco, solamente una ducha me separaba de ir camino al último entrenamiento del equipo antes de recibir al Arsenal.

Acompañado del propio Ángel Rangel y su familia, acudí al polideportivo donde los jugadores del Swansea comparten ducha junto a otros vecinos socios de esas buenas instalaciones, quienes son muy respetuosos, tal vez por estar acostumbrados. Allí desayuné a escasos metros de la mesa en la que lo hacía el cuerpo técnico del club y a medio camino entre ellos y algunos integrantes de la plantilla. Enseguida localicé entre los primeros a Brendan Rodgers y entre los segundos a Scott Sinclair, el héroe de Wembley. Poco a poco fueron llegando todos, conocí a un empleado del club especial para la familia Rangel (Eirian), saludé a Andrea Orlandi y a Leon Britton con quienes conversé brevemente antes de su sesión de trabajo, y luego crucé una pequeña carretera que separa el parking del polideportivo y el campo de entrenamiento para pasar un poco de frío (y eso que iba bastante abrigado) mientras observaba los distintos ejercicios.
Ya había algunos coches atravesados a primera hora en aquella pequeña carretera y sus dueños presenciaban de pie el entrenamiento. Se triplicaron a mitad de la sesión, cuando Brendan comenzó a ensayar diversos movimientos con el teórico once titular. Me gustaba aquella alineación, pero faltaba Orlandi entre los elegidos para que fuera completa. No había prensa, ya que el día fijado para que acudan y hagan entrevistas es el jueves.

Después del entrenamiento, tocó entrar en calor con un chocolate mientras hacía tiempo para esperar dos acompañantes de lujo. El primero Britton, ese centrocampista bajito que no pierde un balón, y el segundo el entrenador Brendan Rodgers, que me recibió con un tono cercano, cariñoso y bromista, atreviéndose a chapurrear algo en español. Esas dos conversaciones son algunas de las múltiples joyas en forma de recuerdos que me llevo de mi primera visita a Swansea.
Posteriormente, el planning era comer, conocer la ciudad y pasar el resto del día con la familia de Rangel y la de Orlandi. Si ambos son grandes como futbolistas, lo son aún más como personas y tanto ellos como sus familiares se portaron conmigo de una forma increíble. Fue una lástima que Andrea se encontrara algo bajo de ánimos por haberse quedado fuera de la convocatoria.

El centro de la ciudad es bonito y pequeño, había poca gente por las calles para lo que se acostumbra a ver en España un sábado a esas horas, y lo que queda del castillo de Swansea destacaba en una de las calles principales, contrastando con una pantalla gigante que informaba de los resultados de la jornada futbolística en una plaza en la que también me llamó la atención que el imperio de Zara había llegado también hasta allí. Aproveché para comprar unos libros y el periódico más importante de Gales, puesto que el jefe de prensa del Swansea me había comentado que salía yo en él.
Pude constatar que un jugador de la Premier puede llevar un día a día muy normal en Swansea, incluso horas antes de jugar ante todo un Arsenal. La mayoría de los aficionados les miran con tanta admiración como respeto, algunos se atreven a decirles algo y otros pocos no les ven o lo disimulan bien. La calidad de vida, además, es bastante alta, aunque hay que mencionar que las opciones de Swansea no son las de ciudades como Londres, Madrid o Barcelona. No se come igual que en España pero es fácil no extrañar demasiado en este aspecto. Asimismo, a partir de las cinco de la tarde cuesta encontrar establecimientos abiertos pero esos horarios favorecen una conciliación de la vida familiar con la laboral. 

Tras conocer también el barrio de la Marina, donde viven muchos de los jugadores del equipo cerca del puerto deportivo, Ángel me hizo sentir un privilegiado. Menos de 24 horas antes del inicio del encuentro, pude conocer el Liberty Stadium. Era ya de noche, pero se podía percibir que era un estadio coqueto, moderno y menos grande de lo que pensaba. Mi primera sorpresa fue que en su interior adolescentes acudían a una 'party'. Después, disfruté como un niño recorriendo el túnel -adornado con cuadros de entrenadores y jugadores- hasta casi el césped, en medio de una oscuridad total que apenas dejaba asomar las gradas. Y aún quedaban más sorpresas: conocer el vestuario, con todas sus camisetas preparadas para el partido del día siguiente (enseguida localicé el 22 de Rangel o sonreí al comprobar que Britton y Allen se cambian juntos, ya que me imaginé a ambos combinando pases desde la caseta); y la sala donde los jugadores reciben la charla del entrenador, donde me llamó la atención una pizarra muy elaborada con el once titular del Tottenham, que había sido el último rival en visitar al Swansea. Después de ese gran momento, Ángel se fue a descansar con la incógnita de si le tocaría medirse a Henry y yo terminé el día viendo 'Match of the Day' en la BBC.

(...CONTINUARÁ...)

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